Iran avanza hacia latinoamerica

Los gobiernos autoritarios con fuertes componentes populistas son propensos a aliarse entre sí, independientemente de que difieran en cuanto a las ideologías básicas que nutren la médula de sus proyectos respectivos. Por ejemplo, el régimen teocrático iraní, en el cual el islam es el valor supremo bajo el cual organiza su funcionamiento, no tiene ningún problema con cooperar con regímenes seculares, incluso inspirados por ideologías de raíces marxistas en las que la religión no juega ningún papel, siempre y cuando se declaren enemigas de la influencia occidental de corte liberal. Reforzarse mutuamente —teocráticos y populistas autoritarios— con miras a combatir las corrientes que operan en sentido opuesto a esas dictaduras, resulta así para ellas, lo prioritario.

Dicho lo anterior, no resulta extraño que el Irán de los ayatolas esté invirtiendo importantes esfuerzos diplomáticos y militares en ciertos países de Latinoamérica, especialmente en Venezuela, al que bajo la dictadura de Maduro, Teherán considera como el centro de operaciones desde donde puede ampliar su influencia hacia el resto del continente. La cooperación Teherán-Caracas comprende acuerdos en seguridad por los cuales Irán abastece a Venezuela de drones y buques de guerra. En 2023, el entonces presidente iraní, Ebrahim Raisi, visitó Venezuela, Nicaragua y Cuba, confirmando con ello la importancia que su gobierno daba a las relaciones con esos tres países, útiles como trampolín para acercarse a otras naciones latinoamericanas y de paso atenuar los daños económicos que sufre con motivo de las sanciones impuestas por sus actividades ilícitas de desarrollo nuclear, su exportación del terrorismo y el narcotráfico.

Bolivia es otro de los países donde la influencia iraní va en ascenso. En julio del año pasado, ambos países acordaron que Teherán vendería a La Paz drones de reconocimiento y barcos de río, además de que cooperaría en temas de ciberseguridad y conduciría ejercicios de entrenamiento militares conjuntos. El actual gobierno boliviano se ha mostrado dispuesto a profundizar esa relación. En la misma línea están las relaciones de Irán con Nicaragua bajo la dictadura de Ortega, con Colombia al mando de Gustavo Petro, y desde luego con Cuba.

Tal vez la relación con Brasil es en estos momentos la más ambiciosa en cuanto a las expectativas iraníes debido a las dimensiones y potencial de ese país. El hecho de que la República Islámica de Irán se uniera en enero de 2024 al BRICS —agrupación de países en desarrollo de la que participa también Brasil— constituye una posible plataforma de colaboración más estrecha, sobre todo ahora que Lula da Silva encabeza el gobierno. Para el régimen de Teherán se abre así una buena oportunidad de introducirse política y económicamente en ese país sudamericano, donde además residen cientos de miles de brasileños que profesan el islam chiita. El que Brasil haya permitido el año pasado que dos buques de guerra iraníes atracaran en Río de Janeiro, habla de la cercanía creciente entre los dos países, y en contrapartida, genera preocupación en todos aquellos que desconfían de la infiltración de intereses iraníes en la zona.

*Experta en Medio Oriente, texto publicado en Excélsior el 10 de agosto de 2024.

// Esther Shabot*

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